El aumento de la población, los cambios en los hábitos alimenticios y el cambio climático han generado una crisis en la agricultura. La escasez de recursos naturales, especialmente del agua, se ha vuelto apremiante, lo que plantea un reto crucial en el que la agricultura vertical, se presenta como una solución innovadora para abordar de manera efectiva esta preocupación vital.
Según datos de las Naciones Unidas, la población mundial ha experimentado un crecimiento constante, alcanzando más de 7.900 millones de personas en la actualidad. Se estima que para 2050, la población global ascenderá a aproximadamente 9.700 millones, lo que plantea una urgente necesidad de aumentar la producción de alimentos. Sin embargo, esta demanda creciente se encuentra con la escasez de recursos, en particular, el agua y la tierra cultivable.
En este contexto, cobra relevancia esta práctica como una solución efectiva para abordar la sostenibilidad hídrica y la producción de alimentos.
La agricultura vertical se destaca por su capacidad para optimizar el uso del agua en comparación con los métodos de cultivo tradicionales. Al cultivar plantas en capas verticales apiladas, se logra un uso más eficiente del espacio y de los recursos hídricos disponibles. Esta técnica innovadora puede emplear sistemas de hidroponía, acuaponía o sustrato, y ha demostrado un ahorro de agua significativo, llegando a reducir su consumo en hasta un 90%.
Asimismo, la sostenibilidad hídrica es respaldada por la tecnología de iluminación LED, la cual es utilizada en la agricultura vertical y que permite tener un mayor control, así como preciso del crecimiento de las plantas, optimizando aún más el uso del agua y la eficiencia energética.
Además, la producción de alimentos en entornos controlados durante todo el año reduce la presión sobre los recursos hídricos al eliminar la dependencia de las estaciones tradicionales de cultivo al aire libre.
A pesar de los desafíos iniciales, como la inversión en infraestructura y tecnología, la agricultura vertical se presenta como una inversión a largo plazo rentable, especialmente cuando se administra de manera profesional y eficiente. Los beneficios incluyen un uso mínimo de recursos hídricos, producción constante y una mayor rentabilidad.
La agricultura vertical no solo representa una solución efectiva para la producción de alimentos en un mundo en crecimiento, sino que también promueve activamente los Modelos Alimentarios de Biocapacidad Orgánica (MABO) y las Medidas Ambientales para la Zona Orgánica (MAZO). Estos modelos se centran en la sostenibilidad hídrica, garantizando un uso eficiente del recurso vital y contribuyendo al desarrollo de un sistema alimentario más resiliente y equitativo.
Los Modelos Alimentarios de Biocapacidad Orgánica (MABO) y las Medidas Ambientales para la Zona Orgánica (MAZO) representan un enfoque visionario en nuestra búsqueda de sostenibilidad hídrica y ambiental. Estos modelos no solo defienden un uso eficiente y consciente de nuestros recursos hídricos, sino que también trazan el camino hacia un sistema alimentario más resiliente y equitativo. En este contexto, la agricultura vertical se erige como un aliado estratégico, impulsando activamente estos modelos y llevándolos a la práctica para garantizar un futuro alimentario más sostenible.