La Red de Bancos de Alimentos en México emitió un informe en el que destaca que un tercio de los alimentos producidos en el país se desperdicia, lo que equivale a 38 toneladas por minuto. Esta cifra contrasta con la realidad de 28.6 millones de personas que viven en situación de carencia alimentaria.
A nivel mundial, la situación es igualmente preocupante. Según los últimos datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un tercio de toda la comida producida se pierde o desperdicia. Este dato, junto con el hecho de que alrededor de 750 millones de personas padecieron hambre en 2022, subraya la urgencia de tomar medidas para abordar el desperdicio alimentario y garantizar el acceso equitativo a los alimentos para todos.
Ante este panorama, la industria alimentaria se enfrenta a desafíos apremiantes, debido a que las tendencias proyectadas para este 2024 urgen hacia la implementación de prácticas más ecológicas y eficientes en el uso de recursos.
Entre estas tendencias emergentes, se enlistó a la agricultura vertical y urbana como una solución innovadora para producir alimentos de manera sostenible en entornos metropolitanos, ya que aprovecha espacios verticales y tecnologías avanzadas para cultivar productos frescos con una fracción del agua y suelo requeridos en la agricultura tradicional, al mismo tiempo que reduce la necesidad de transporte y las emisiones asociadas.
Otra de las medidas a las que refirió el experto mexicano, es el envasado y empaquetado sostenible que adquiere un papel relevante en la lucha contra el desperdicio alimentario. De acuerdo con este procedimiento promueve el uso de materiales biodegradables y compostables como alternativa al plástico convencional, contribuyendo así a la reducción de residuos en vertederos alineándose con prácticas más respetuosas con el medio ambiente.
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El experto en sostenibilidad también sugirió la implementación de las denominadas Medidas Ambientales para la Zona Orgánica (MAZO), un conjunto de políticas y regulaciones meticulosamente diseñadas para abordar los desafíos ambientales que enfrenta la agricultura, como la conservación del suelo, la protección de la biodiversidad y la reducción de la contaminación. Estas medidas también fomentan prácticas agrícolas que reducen al mínimo el uso de químicos y pesticidas, lo cual es fundamental para preservar el planeta y la salud de sus habitantes.
Por último, la importancia de los MABO (Modelos Alimentarios de Biocapacidad Orgánica) en el impulso de prácticas agrícolas sostenibles pues no solo pueden complementar los esfuerzos existentes, sino que también demuestran cómo la agricultura regenerativa puede alcanzar mayores beneficios al promover prácticas auténticamente sostenibles. Al fomentar el consumo de alimentos orgánicos y el reciclaje de residuos orgánicos, los MABO contribuyen a un sistema alimentario más saludable y respetuoso con el medio ambiente.