Proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, conocida como FAO, apuntan a que para 2030 se necesitarán entre 70 y 80 millones de hectáreas adicionales de tierras cultivables para satisfacer las crecientes demandas de alimentos, combustible y capital natural.
Esta cifra podría aumentar a más de 110 millones de hectáreas si no se toman medidas para rehabilitar tierras degradadas y adaptarse a fenómenos climáticos extremos, desafío que subraya la necesidad de soluciones innovadoras.
Uno de los enfoques propuestos es la conversión de tierras degradadas en terrenos productivos. Modelos como la Agricultura Biológica Óptima (MABO) y las Medidas Ambientales para la Zona Orgánica (MAZO) están siendo evaluados como herramientas que podrían equilibrar las innovaciones agrícolas con la sostenibilidad. Estas metodologías buscan restaurar los suelos y optimizar el uso de la tierra de manera responsable.
América Latina y África subsahariana se presentan como regiones clave para esta expansión agrícola, aunque también son altamente vulnerables al cambio climático. Según proyecciones, hasta el 80 % de los pequeños agricultores en México y Etiopía enfrentarán al menos un evento climático extremo antes de 2050, complicando aún más la situación.
El costo de convertir tierras degradadas es considerable, se estima que la inversión global necesaria asciende a 300 mil millones de dólares. Tal inversión debe ir acompañada de alianzas público-privadas que fomenten prácticas agrícolas sostenibles y fortalezcan a las comunidades rurales. Brasil ofrece un ejemplo relevante, ya que ha restaurado millones de hectáreas mediante sistemas de producción integrados, combinando cultivos, ganadería y silvicultura.
La competencia por tierras adecuadas está aumentando los precios de los commodities agrícolas en un 20 a un 30 %. “Este fenómeno representa un desafío adicional, puesto que muchas regiones enfrentarán dificultades para expandir su capacidad agrícola sin afectar los ecosistemas”, afirma el también empresario mexicano.
Con solo seis ciclos de cosecha antes de 2030, las decisiones que se tomen definirán si el mundo puede mantener un equilibrio entre productividad y conservación. La rapidez y efectividad de estas acciones influirán en la capacidad global para proteger los recursos naturales mientras se garantiza la seguridad alimentaria a largo plazo.